Cómo 6 días de capacitación en dislexia transformaron un distrito escolar
Este año, las maestras de Illinois Jenna Branch y Mary Rhodes recibieron el premio “It Takes a Village Award” otorgado por Everyone Reading Illinois, una organización sin fines de lucro que intenta mejorar las vidas de niños y adultos con dislexia.
En el 2012, las dos mujeres buscaron capacitación adicional que las ayudara a entender, identificar y enseñar a niños con dislexia. Lo que han sido capaces de hacer con ese conocimiento no sólo las ha hecho merecedoras del premio, sino que ha tenido un gran impacto en su distrito escolar.
En los últimos tres años, las dos maestras han evaluado a todos los niños que ingresan a kínder y a primer grado en su distrito escolar con el fin de detectar la presencia de signos de dislexia. Eso significa más de 100 estudiantes. También han compartido su conocimiento en dislexia con cada maestro de su distrito y han empleado intervenciones en el salón de clases para ayudar a los niños a leer.
Todo empezó en el 2012 con una semana de capacitación en dislexia. En ese momento Jenna Branch era una especialista en intervenciones de lectura en White Heath Elementary School en Monticello, Illinois. Ella se dio cuenta que las herramientas que estaba usando para identificar y ayudar a los chicos que tenían problemas para leer no funcionaban con todos los estudiantes. Así que empezó a investigar por su cuenta qué más podía hacer.
Entonces fue cuando Branch asistió a una charla gratuita ofrecida por Susan Barton, creadora del programa de lectura Barton. En ese programa, Barton describió los síntomas de la dislexia. “Yo pensé: ‘¡Caramba, ella está describiendo a la mayoría de mis alumnos!’. No tenía idea de que ese era el problema”, relata Branch.
Branch quiso aprender más. Averiguó que Barton había programado un taller de capacitación en una localidad cercana, Schaumburg. Así que solicitó y recibió fondos del superintendente de su escuela para asistir. Su colega Mary Rhodes, una maestra de educación especial en una escuela primaria cercana, Lincoln Elementary, también recibió una subvención para asistir a la conferencia.
“Fueron seis largos e intensos días de entrenamiento”, comenta Rhodes. Pero ella y Branch regresaron emocionadas a su distrito escolar.
Ahora ya sabían qué signos buscar en un niño que podría tener dislexia. Y aprendieron qué técnicas multisensoriales podían ayudar a esos estudiantes a convertirse en mejores lectores. Ellas comenzaron a utilizar el programa de lectura Barton para enseñar a leer, el cual incluye elementos del enfoque Orton-Gillingham.
Tanto Branch como Rhodes afirman que nunca aprendieron sobre la dislexia durante su formación como maestras, aunque ambas tienen títulos universitarios de pregrado y títulos avanzados en sus especialidades otorgados por instituciones importantes.
Pese a ello, su distrito escolar ahora está interesado en beneficiarse de su nuevo conocimiento. “La administración estaba impaciente de que compartiéramos lo que habíamos aprendido con todos los maestros del distrito escolar”, dice Rhodes.
Es decir, cerca de 1600 estudiantes, desde preescolar hasta el 12º grado. El distrito escolar de Monticello es relativamente pequeño y los esfuerzos de estas dos maestras ha tenido una respuesta positiva de los maestros, administradores y otras personas.
“En cada lugar que me presento, alguien se aproxima y me dice: ‘Qué sorpresa. Ese es mi hijo’. O, ‘yo tengo niños así en mi clase’” dice Branch. Y el apoyo de la administración escolar ha sido invaluable, afirman Rhodes y Branch.
También es importante explicar a las personas que la dislexia puede manifestarse de muchas formas, dice Branch. “Sorprende a las personas saber que la dislexia no se trata de palabras escritas al revés. De hecho, eso no sucede en muchas personas. Existen muchas otras maneras e incluso otras áreas que se ven afectadas por la dislexia”.
Rhodes y Branch aclaran que ellas no están tratando de “diagnosticar” la dislexia en los niños. En cambio, intentan detectar signos de dislexia en los chicos que podrían beneficiarse de programas de intervención de lectura, como el Barton o el Orton-Gillingham. “Estamos señalando quién pudiera necesitar ayuda adicional”, dice Branch.
Y con sus nuevas habilidades para ayudar a estudiantes con problemas, estas maestras se sienten más satisfechas que antes con su profesión.
Branch dice que en ocasiones desearía entrar en una máquina del tiempo y empezar su carrera de nuevo. “Casi me siento culpable por no haber sabido sobre la dislexia en ese entonces. Crear conciencia sobre la dislexia se ha convertido definitivamente en mi vocación”, dice.
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