Cómo me siento al tener TDAH
No hay ventanas y mi mirada se posa en la puerta color naranja de mi salón de clases. Mi pie se mueve de arriba hacia abajo y mi atención va de un lado a otro durante la clase. Mi profesor está hablando a poca distancia de mí, pero lo escucho y lo dejo de escuchar.
El foco de mi atención cambia de la presentación en PowerPoint en la pantalla al frente del salón, a los apuntes en mi computadora. Distraídamente subrayo. Ocasionalmente se escucha una carcajada en el salón de clases. Las preguntas y comentarios de mis compañeros, junto con las respuestas del profesor, me envuelven y llenan el salón.
La lección no es aburrida. Trata sobre salud mental y ejercicio: me interesa mucho. Y mi profesor se esfuerza en que participemos contándonos historias interesantes y entretenidas.
De todas maneras, como si fuera una pelota, mi atención brinca de un lugar a otro. Lo que se está discutiendo en clase es en lo que menos quiere concentrarse mi cerebro, aunque yo quiera prestar atención y me esfuerce en hacerlo. Pero me quedo atrapada en el caos de sonidos producidos por mis compañeros, cremalleras, toses, el clic de las computadoras y bolígrafos…
Eso es sólo una parte de lo que siento y experimento por tener TDAH. Durante esa lección no sabía que tenía dificultades de aprendizaje y de atención, no habían sido identificadas. Pero fue el comienzo del descubrimiento de esa parte de mí.
Las dificultades de aprendizaje y de atención pueden ser engañosas porque no hay un “antes” ni un “después” que ayude a demarcarlas. Son parte de quien eres. Cuando estaba en la escuela media me di cuenta de que quizá me sentía “diferente”. Pero dado que “diferente” era mi normal, no pensé mucho en eso.
Me han dicho que todo el mundo experimenta ocasionalmente síntomas “parecidos al TDAH”. Pero es la frecuencia y la severidad de los síntomas lo que caracteriza lo que se siente el TDAH para mí.
Quizá todos se distraen de vez en cuando, pero yo tengo que esforzarme constantemente para permanecer concentrada. Y es frustrante porque no siempre lo logro.
En bachillerato bromeaba con mis amigos sobre “mi TDAH” mucho antes de que fuera diagnosticada. No podía seguir una conversación por mucho tiempo. Nunca podía recordar la combinación de mi locker (¡mucho menos encontrar las cosas dentro de mi locker!). Y constantemente pedía prestado lápices porque nunca traía uno a clase.
Me fue bastante bien en bachillerato. Pero en la universidad, las dificultades para concentrarme y prestar atención me sobrepasaron.
Cuando la clase terminó aquel día, escuché a mi profesor decir que nos comunicáramos con él si necesitabamos ayuda con la lección de salud mental que habíamos estado discutiendo. En ese momento me sentí animada y di el primer paso. Le envié un correo electrónico.
Con ese correo electrónico comencé mi travesía hacia la evaluación para determinar si tenía dificultades de aprendizaje y de atención: la larga espera, la evaluación en sí misma, y lo que significaron los resultados.
Me enteré que tenía TDAH (también tengo dificultades con la velocidad de procesamiento, la memoria visual y la memoria funcional).
El diagnóstico cambió mi vida para mejor. Después de años de luchar en silencio y sentirme diferente, ahora podía entenderme mejor, y entender por qué veo el mundo de la manera que lo hago. Pude conseguir ayuda académica y , lo que me ayudó a obtener mi título universitario.
Nunca dudé en decirle a las personas que haber sido evaluada para saber si tenía dificultades de aprendizaje y de atención fue lo mejor que pude haber hecho. El TDAH no me define, pero me ayuda a entender quién soy.
¿Quiere aprender más sobre qué se siente tener TDAH? Échele un vistazo a A través de los ojos de su hijo.
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