El día que me sentí más orgullosa que nunca de mi hijo que tiene dislexia y TDAH
Colgué el teléfono y sentí una intensa oleada de orgullo. Había estado hablando con mi hijo de 19 años que tiene dislexia y TDAH. Se ha esforzado mucho para superar los desafíos que fueron dolorosos para él cuando era niño, y yo siempre he estado orgullosa de él.
Pero lo que escuché en el teléfono me impresionó.
Mi hijo, un estudiante de segundo año en la universidad, es un entusiasta patinador de velocidad con un certificado de entrenador. Me había llamado para comentarme sobre un chico de tercer grado que él entrena.
Los padres del niño habían escuchado que mi hijo tiene dificultades de aprendizaje y de atención, así que se acercaron para pedirle consejo. Su hijo tiene dislexia y TDAH, al igual que mi hijo, y tiene problemas en la escuela, al igual que mi hijo los tuvo.
Recientemente en clase, a su hijo se le pidió leer en voz alta enfrente de todos. Lo intentó, pero empezó a tartamudear y los niños en el salón se burlaron de él. Quedó destrozado. Los padres se preocuparon de que su autoestima se viera afectada.
Mi hijo podía identificarse con eso. Sin embargo, al hablar con los padres del chico, se dio cuenta que no entendía completamente las dificultades con la lectura de su hijo.
Ellos pensaban que su hijo solamente estaba teniendo problemas para ver las letras correctamente y, en consecuencia, estaba invirtiendo las letras. “Él no ve las palabras con sus ojos de la manera que nosotros lo hacemos”, dijeron a mi hijo. Se preguntaban si la dislexia era un problema con la visión, y le preguntaron cómo podían ayudar a su hijo para que se sintiera bien consigo mismo.
Mi hijo escuchó pacientemente. Después que terminaron de hablar, les explicó con gentileza que la dislexia es una condición cerebral que dificulta el procesamiento de la información, no un problema de visión.
Luego, mi hijo les dijo que la comprensión y el apoyo son importantes para ayudar a su hijo. Los animó a que se relacionaran con otras familias y les sugirió que visitaran Understood.org para obtener más información (yo trabajo en Understood, así que mi hijo tenía una buena razón para recomendar ese recurso).
Esa conversación fue un momento crucial para mi hijo.
Cuando él era más joven, nunca quiso hablar sobre las dificultades de aprendizaje o de atención. Al inicio de su penúltimo año de bachillerato intentó decir a las personas que él tenía dislexia y TDAH.
Desafortunadamente, siempre recibió opiniones negativas o se sintió incomprendido cuando habló de sus dificultades de aprendizaje y de atención. Se burlaban de él por su ortografía. Una vez hasta me dijo que le parecía una “pérdida de tiempo” intentar explicar la dislexia y el TDAH a las personas.
Pero algo cambió cuando habló con los padres del niño que entrenaba. Mi hijo se tomó el tiempo para explicar esas dificultades porque realmente le preocupaba. Él se vio reflejado en ese niño. Y recibió comentarios favorables de esos padres.
Yo podía ver que mi hijo se sentía orgulloso de todo lo que sabía y era capaz de explicar. Le causaba satisfacción poder aconsejar a esos padres sobre cómo apoyar a su hijo.
Cada vez que alguien cuenta su historia, incluso si solo ayuda a una persona, es un paso hacia adelante. Una persona más que entienda lo que significa las dificultades de aprendizaje y de atención se traduce en un niño más que tiene la oportunidad de salir adelante. Mi hijo estaba orgulloso de ayudar a que eso le sucediera a ese niño, y eso me hizo sentir muy orgullosa.
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