Alguien a mi lado en la reunión del IEP
Nuestra primera reunión del fue una aventura desigual. Mi esposo y yo nos sentamos alrededor de una mesita en una pequeña oficina en la escuela de mi hijo. El personal de la escuela ocupó los asientos restantes y una silla extra que trajeron del salón de al lado.
Eran seis: el coordinador de servicios, el trabajador social, el maestro del salón de clase, el maestro del salón de recursos, el terapeuta ocupacional y el terapeuta del habla y el lenguaje. Nosotros dos nos sentíamos minoría y abrumados.
Nuestro hijo de 7 años de edad había sido diagnosticado recientemente con , y muchas otras diferencias de aprendizaje. Todavía estábamos procesando la noticia y aceptando que nos esperaba un camino largo e impredecible. Estábamos nerviosos y desorientados. Hicimos algunas preguntas durante la reunión y nos fuimos confundidos.
Afortunadamente, después de un año estábamos en un lugar mejor. Nuestro hijo se reunía con un tutor y progresaba, lenta pero consistentemente. Aprendimos mucho más sobre sus dificultades y los servicios de . Y llegamos a la conclusión de que necesitábamos más ayuda y apoyo en la próxima reunión del IEP.
Así que formamos nuestro propio equipo de consejeros, incluyendo familiares y tres profesionales que nos conocían a nosotros y a mi hijo. Los profesionales incluían el tutor, un psicólogo que habíamos consultado y un neuropsicólogo que había realizado una evaluación independiente de nuestro hijo. Los trajimos a los tres a la reunión del IEP.
Esta vez, no había suficiente espacio en la oficina y estábamos de pie. Desde el comienzo, la experiencia fue mejor. Hubo una conversación auténtica sobre nuestro hijo y sus necesidades. Los profesionales que invitamos hicieron preguntas excelentes que a nosotros nunca se nos hubiera ocurrido preguntar. También proporcionaron información que nosotros tampoco hubiéramos podido proveer. Y nosotros pudimos comunicar mejor nuestras ideas y peticiones.
De todas maneras salimos aturdidos de la reunión. Era mucha información por procesar. Pero cuando salíamos de la escuela, cada uno de los profesionales que nos acompañó nos dio su opinión sobre la reunión. Nos explicaron lo que no entendimos y nos dieron ideas nuevas en las que pensar.
Sus puntos de vista fueron invaluables. Pero su ayuda fue igualmente importante. No asistieron solo en calidad de expertos, a ellos les importaba nuestra familia. Eso hizo una gran diferencia. A diferencia del año anterior, no nos sentimos solos durante ni después de la reunión. Contábamos con personas a las que podíamos llamar si no recordábamos algo de lo que se había dicho o cuando queríamos consultarles nuestras ideas.
Nunca volvimos a llevar a tantas personas a una reunión del IEP. Pero en los años siguientes, seguimos contactando a nuestro equipo de consejeros cuando lo necesitábamos. Hasta que no nos sentimos cómodos y seguros con el proceso, siempre nos aseguramos de tener a alguien a nuestro lado en la reunión del IEP para comparar nuestras anotaciones y recibir apoyo.